Hoy por hoy el consumidor prefiere alimentos empacados porque le dan confianza y le garantizan calidad e inocuidad. Aquí es donde la industria debe escuchar al consumidor y generar alimentos que respondan a sus necesidades.
El concepto de inocuidad es bien conocido por quienes trabajan en la industria de alimentos. Se trata de controlar peligros asociados a los productos destinados para consumo humano. Por eso es importante resaltar el empaque como inicio de la cadena de medidas preventivas que lograrán un producto protegido de contaminación. Esta herramienta tiene como función contener, proteger, dar conveniencia, informar, vender y cumplir requisitos legales y del cliente. Pueden ser de distintos materiales, dependiendo de su contenido: vidrio, plástico, papel, cartón, metal o varios de estos en uno solo.
Es fundamental antes de elegir el tipo de empaque considerar las características físico-químicas-biológicas del alimento. Factores como si son varias piezas, si tiene granos, su ph (grado de acidez) su temperatura, si se trata de alimentos frescos o congelados y su vida útil esperada.
En términos de seguridad alimentaria, la tendencia en mercados como el americano y europeo son envases de baja migración trazabilidad y reciclaje.
La migración desde el empaque de alimentos se refiere a la transferencia de sustancias indeseadas de los empaques a los productos. Estos cambios no siempre se detectan mediante pruebas de olor y sabor y, por lo general, se identifican a través de análisis químicos.
Las sustancias que migran pueden provenir de distintas fuentes, incluidos la materia prima del empaque, las tintas, los recubrimientos, los adhesivos, la propia prensa o el entorno de almacenamiento de las materias primas, el trabajo en progreso o el empaque impreso terminado.
Inicialmente, los embalajes se usaban para transportar alimentos desde el fabricante hasta el consumidor, luego se empezaron a usar para conservar los alimentos por más tiempo. Pero, la revolución en este campo no se ha detenido, al tiempo que aumenta la gama de productos de consumo protegidos en cadena de distribución cada vez más amplias, y los requerimientos que estos deben tener para cumplir con las condiciones sanitarias y de inocuidad del producto.
Además de servir como recipiente y protector, el embalaje cumple también una tercera función, igualmente importante, de comunicación entre el fabricante / vendedor y el consumidor, puesto que a través del empaque se consigue llamar la atención, se transforma un alimento en regalo, por ejemplo, y se le da mayor valor percibido ante el cliente.
Hoy los empaques deben ser atractivos para que se vean en los estantes, deben permitir ofrecer una mejor comunicación, deben ser reciclables y sostenibles, y por supuesto deben extender la vida útil de los productos, resultar livianos, que a veces sirvan como recipientes para la preparación de los productos que contienen, e incluso, en algunos casos, que se puedan calentar a sí mismos.
Todos estos atributos deben integrarse a un costo razonable frente a las alternativas que ofrece un mercado cada vez más competido.
En los últimos 10 años, sobre todo en mercados más maduros, se ha presentado un creciente número de alertas sobre migraciones en empaques de alimentos, evidenciadas por retiros de varios productos en los estantes de los supermercados. Estas alertas han dado lugar a un escrutinio creciente en cuanto al diseño y la producción de empaques compatibles con los alimentos.
Asimismo es muy importante que durante los procesos de producción, impresión, almacenamiento y transporte de los envases terminados no se presenten contaminaciones, ya que esto puede generar diferentes problemas.
Tenga en cuenta que el empaque es un medio de comunicación entre el fabricante y el consumidor. Las normas acerca del uso de embalajes están en la Resolución Número 2652 del 2004. Allí está el reglamento técnico sobre los requisitos de rotulado o etiquetado que deben cumplir los alimentos envasados y materias primas de alimentos para consumo humano.
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